Manejar los códigos creativos de las imágenes es un arma excelente para desarrollar con éxito múltiples actividades; desde el cine, la televisión o la publicidad, hasta las pasarelas de moda o la presentación de ideas audiovisuales en las convenciones de ventas.
1 Preparar a la audiencia, anticipandole el desenlace
Es un viejo truco muy empleado en el cine desde los primeros tiempos. Se trata de hacer que el espectador juegue con ventaja sobre los protagonistas de cualquier historia, permitiéndole anticiparse a los acontecimientos y disfrutar durante más tiempo del desenlace final. En las películas de Hitchcock es el recurso más repetido: la chica de Psicosis está en la bañera duchándose tranquilamente, mientras los espectadores pueden ver a su asesino acercándose con un cuchillo en la mano. La escena dura una eternidad y todos sabemos ya de antemano cuál va a ser el final,
pero sufrimos y nos aterrorizamos en la butaca esperando con angustia ese momento.
pero sufrimos y nos aterrorizamos en la butaca esperando con angustia ese momento.
2 Dejar que el azar cambie el sentido de la acción
Igual que lo previsible funciona cuando es el personaje el que se ve sorprendido y el espectador el que conoce de antemano lo que va a pasar, también funciona cuando sorprendemos al espectador con un guiño de última hora. En las viejas películas de cine mudo, Buster Keaton, Harold Lloyd, Stan Laurel y Oliver Hardy, Fatty Arbuckle, W.C. Fields y Charles Chaplin exhibían un dominio completo de esta técnica. El típico bofetón que va recibir el protagonista, pero que, al agacharse éste, acaba en la cara del policía, o
la tarta –un gag repetido cientos de veces, tanto en el cine mudo como en el sonoro– que va a parar siempre a cualquiera menos a su destinatario. Son recursos que repiten el mismo esquema: una acción previsible –ya que el espectador sabe de antemano lo que
va a pasar–, pero que no acaba nunca como estaba previsto.
Hacer que los personajes pasen apuros, tengan contratiempos y se vean envueltos en peripecias que los degradan, siempre produce risa cuando el contexto naturalmente es humorístico. Y cuanto más importante es la degradación, mayor es la risa que provoca. Que resbale un administrativo en su oficina delante de todos sus compañeros puede tener gracia, pero si el que resbala es el primer ministro en el momento de entrar en el Congreso de los Diputados, rompiéndose además los pantalones y quedándose con el culo al aire, el efecto será realmente cómico.
exactamente ante la puerta de la habitación.
Todo es válido para romper los esquemas racionales, para sorprendernos y hacernos reír.
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